Había escuchado hablar de Isabel Allende por La casa de los Espíritus y es por eso que cuando en la UPCH me dijeron que debía leer El cuaderno de Maya no dudé en comprar el original y tratar de descubrirla. Luego de leer la novela creo que todavía no la he descubierto, por lo que prometo prestarme sus otras obras para tener una opinión más justa de esta escritora chilena. No me gustó el principio y la imprecisión de que el pisco sour es la bebida nacional de Chile. Tal vez es una forma de crear polémica, pero que no favorece en nada a la ficción. El monólogo de la abstinencia de Maya es muy bueno y lo mejor del libro, pero todo lo demás es muy previsible. Desde el inicio se sabe que Manuel Arias tiene algún parentesco con Maya Vidal y que es utilizado por la abuela Nidia Vidal para salvar a la nieta de las garras de la drogadicción y ocultarla de los malos. Cuando apareció Brandon Leeman en la escena y tomó a Maya bajo su cuidado, creímos que la trama se iba a desencadenar en que este era un hijo secreto del Popo (Paul Ditson II), pero nos equivocamos y la novela transcurre sin más sorpresas. Andrés Vidal y Marta Otter, los padres de Maya, son toda una patética alegoría al egoísmo, mientras que Mike O’Kelly, enamorado platónicamente de Nidia Vidal, es todo un ejemplo de redención por haber superado las drogas y ayudar a otros para salir de sus garras. El Popo es la conciencia de Maya y de Nidia Vidal, es el hombre paternalista y protector que les da la oportunidad de vivir, pese a que sus vidas no han transcurrido con coherencia. Y Maya trata de encontrar en Daniel Goodrich, el psiquiatra mochilero, una extensión de esa vida protectora que no consigue y que la hace sufrir de amor, lo cual era obvio. El personaje de Manuel Arias merece una mención especial, un hombre sufrido y con las huellas de la dictadura de Pinochet, que tiene miedo de amar a Blanca Schnake, pero que la aparición de su inquieta nieta Maya lo hace revivir, cuando ya se había resignado a morir en la soledad de Chiloé. El pequeño drogadicto Freddy es también un personaje ancla que aparece cuando se le necesita, al igual que Olympia Pettifor y las Viudas por Jesús. Debo concluir que El cuaderno de Maya es una novela que debe ser leída por adolescentes, pues ellos podrán encontrar sin problemas y sin fatiga el colofón que la autora ha tratado de impregnar en el libro. Sin embargo, no hay que perder de vista que las drogas no solo afectan a los miembros de las familias que no están constituidas, sino a todas. Acabo de dejarle el libro a mi hija adolescente. Si lo lee creo que no se arrepentirá, aunque le he dejado un mensaje: “El pisco sour es peruano, lo que dice la autora solo es ficción”.
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