miércoles, 11 de septiembre de 2013

En busca de un Perú ganador


Hoy miércoles 11 de setiembre, mi hija menor me preguntó si había ganado Perú. “No solo perdimos, nos eliminaron del mundial”, le contesté y ella sonrió.  A ella no le gusta el fútbol como a mí y creo que hasta ahora no comprende por qué sigo los partidos de la selección cuando para ella “siempre van a perder”. Esta realidad no deja de asustarme, porque a mis 48 años he tenido el privilegio de ver clasificado a nuestra selección para los mundiales de Argentina 78 y España 82. Es decir, he visto al Perú superar el escollo de las eliminatorias y llorar, quinceañeramente, de alegría por la clasificación. Pero mi hija de 16 años, todavía, no ha visto a un Perú ganador.
Las puertas del colegio todavía estaban cerradas y mientras esperábamos en el auto, aproveché el momento para darle a mi hija una charla sobre la actitud de algunos de nuestros jugadores en el último partido contra Venezuela. “Puedes ganar o perder en la vida, pero no debes dejar de luchar”, le dije dándole a entender que varios de los jugadores no tuvieron corazón para defender la camiseta. Ella me miró seria y proseguí: “No es solo en el fútbol, ocurre en cualquier otro deporte y hasta en la vida. Lo que preocupa es que los peruanos nos estamos acostumbrando a perder y lo peor es que las nuevas generaciones se están acostumbrando a eso”.
La explicación socio-histórica que siguió fue la siguiente: “Todo comenzó cuando nos conquistaron los españoles equivocados que casi borraron del mapa a nuestra cultura inca, que pudo sobrevivir gracias a su grandeza hasta hoy. Pero las consecuencias son las que vemos: peruanos inseguros y carentes de identidad por el dominio de una cultura europea sobre la andina, que se tradujo en la más terrible discriminación.”
En los ojos de mi hija observé su perplejidad: “¿Qué tenía que ver todo esto con el fútbol?”. Ignoré su mirada interrogante y proseguí: “Otro hecho que marcó a los peruanos fue la Guerra del Pacífico. Fuimos derrotados y humillados por el invasor y eso fue un duro golpe para la población. Por eso, salió Gonzales Prada con su famosa frase “los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”, porque este gran intelectual peruano, además de revalorar la cultura inca, responsabilizaba a los viejos gobernantes de entonces de la derrota en la guerra.”
“Tú no lo has visto, hija, y espero que nunca lo vivas, pero los peruanos también hemos sobrevivido a la hiperinflación, es decir cuando el dinero no vale nada, al terrorismo, cuando había apagones porque volaban las torres y colocaban coches bomba en las calles. Todos los días encontraban muertos y la vida no valía nada y eso te lo deben haber dicho en el curso de historia”, le recordé.

Ya no podía contar más. Las puertas del colegio se abrieron. Mi hija se bajó del automóvil y me miró ya no con ojos interrogantes. Espero que haya comprendido que en sus manos, en su generación, está convertir al Perú en un ganador.         

miércoles, 14 de agosto de 2013

Todo comenzó en Orrantia

La invitación fue muy sencilla, creo que era el verano de 1999, y no me hice de rogar: "Oye, Rizo, los muchachos de la redacción se están juntando para jugar los sábados en una cancha de pasto en Orrantia, a ver si vienes", dijo Mario Cortijo con ese rostro de "vamos a ver si tapas". Lo que Mario no sabía es que en Puno, donde trabajé entre 1995 y 1998, había jugado algunos campeonatos entre colegas afiliados al Colegio y a la Federación de Periodistas. Ese sábado, noté que era diferente tapar en Puno que en Lima, sobre todo después de una "para" de unos seis meses. Fue un día de barro, porque había llovido veraniegamente, y me hicieron algunos goles torrejas, por lo que me gané merecidamente el apodo de "mantequilla, Rizo", pero asimilé los errores con garra y comencé a aprender, a dedicarme a mejorar la técnica como un buen aficionado al arco. En ese entonces me encontraba en la base tres e intentaba "volar" y mejorar los "mano a mano". Todos los muchachos me ayudaron, sin querer queriendo, a mejorar. Sin embargo, en los partidos claves, con otros equipos, no me escogían como arquero titular. Y yo, francamente, no lo tomé a mal, al contrario, era una invitación a buscar la ansiada regularidad que un arquero, por más aficionado que sea, siempre quiere lograr. Durante estos años, he sido testigo, por ejemplo, de evidentes evoluciones futbolísticas como las de Pedro Ortiz, Adolfo Bazán, Italo Sifuentes, Tomás Ágreda, Samuel Lizana, entre otros, y, recientemente, de Octavio, quienes sin duda asimilaron las enseñanzas de jugar semana a semana con amigos que nos quieren bien y que ahora dan que hablar. Todo comenzó, pues, para mí, en Orrantia, una cancha implementada en un terreno rellenado, al borde de un barranco, y con los arcos curiosamente desnivelados, pero que guarda todavía ese romanticismo futbolero de antaño, donde al final del partido, se matizaba con unas  "chelitas, bien helenas" y, eventualmente, con alguna parrillada de aniversario. Eso sí, ya perdimos la cuenta de cuántas pelotas se perdieron, cuando nuestros bombarderos querían anotar en el arcoiris y dirigían sus disparos ligeramente elevados al circuito de playas.
Ahora que ya nos hemos sofísticado, jugando en la cancha de césped artificial del Aelu, no hay forma de echarle la culpa a los huecos, al barro o a la cancha desnivelada. También, hasta en eso, hemos mejorado: ahora la culpa no solo es del arquero, de la pelota, o del árbitro, sino de los "tablistas" o los "invitados" que nunca vienen en invierno, pero sí en verano en desmedro de nuestras viejas glorias de Balón y Pluma que no pueden jugar todo lo que quisieran. Estas frases, peleas, reclamos y estadísticas, forman y siempre serán parte de la tradición oral de este inmejorable grupo humano. Todavía me parece increible como estos amigos de la pelota, después de 18 años, pueden sentirse tan identificados con un sábado o con un miércoles típicamente futbolero y que, religiosamente, separen dos horas en su agenda, llueva o truene. Creo que por todo lo hecho, Balón y Pluma merece una crónica en algún medio nacional, total ya somos mayores de edad y estamos seguros que esos 18 años, los hemos ganado a pulso. Feliz aniversario y gracias por permitirme ser parte de sus recuerdos futboleros.