Hoy miércoles 11 de setiembre, mi
hija menor me preguntó si había ganado Perú. “No solo perdimos, nos eliminaron
del mundial”, le contesté y ella sonrió. A ella no le gusta el fútbol como a mí y creo
que hasta ahora no comprende por qué sigo los partidos de la selección cuando para
ella “siempre van a perder”. Esta realidad no deja de asustarme, porque a mis
48 años he tenido el privilegio de ver clasificado a nuestra selección para los
mundiales de Argentina 78 y España 82. Es decir, he visto al Perú superar el
escollo de las eliminatorias y llorar, quinceañeramente, de alegría por la
clasificación. Pero mi hija de 16 años, todavía, no ha visto a un Perú ganador.
Las puertas del colegio todavía
estaban cerradas y mientras esperábamos en el auto, aproveché el momento para
darle a mi hija una charla sobre la actitud de algunos de nuestros jugadores en
el último partido contra Venezuela. “Puedes ganar o perder en la vida, pero no
debes dejar de luchar”, le dije dándole a entender que varios de los jugadores
no tuvieron corazón para defender la camiseta. Ella me miró seria y proseguí: “No
es solo en el fútbol, ocurre en cualquier otro deporte y hasta en la vida. Lo
que preocupa es que los peruanos nos estamos acostumbrando a perder y lo peor
es que las nuevas generaciones se están acostumbrando a eso”.
La explicación socio-histórica que
siguió fue la siguiente: “Todo comenzó cuando nos conquistaron los españoles
equivocados que casi borraron del mapa a nuestra cultura inca, que pudo
sobrevivir gracias a su grandeza hasta hoy. Pero las consecuencias son las que
vemos: peruanos inseguros y carentes de identidad por el dominio de una cultura
europea sobre la andina, que se tradujo en la más terrible discriminación.”
En los ojos de mi hija observé su
perplejidad: “¿Qué tenía que ver todo esto con el fútbol?”. Ignoré su mirada
interrogante y proseguí: “Otro hecho que marcó a los peruanos fue la Guerra del
Pacífico. Fuimos derrotados y humillados por el invasor y eso fue un duro golpe
para la población. Por eso, salió Gonzales Prada con su famosa frase “los
viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”, porque este gran intelectual peruano,
además de revalorar la cultura inca, responsabilizaba a los viejos gobernantes de
entonces de la derrota en la guerra.”
“Tú no lo has visto, hija, y
espero que nunca lo vivas, pero los peruanos también hemos sobrevivido a la
hiperinflación, es decir cuando el dinero no vale nada, al terrorismo, cuando había
apagones porque volaban las torres y colocaban coches bomba en las calles.
Todos los días encontraban muertos y la vida no valía nada y eso te lo deben haber
dicho en el curso de historia”, le recordé.
Ya no podía contar más. Las
puertas del colegio se abrieron. Mi hija se bajó del automóvil y me miró ya no
con ojos interrogantes. Espero que haya comprendido que en sus manos, en su
generación, está convertir al Perú en un ganador.